El día nace al abrir sus ojos.
Puedo ver el sol posarse
en mi ventana cuando regala una sonrisa.
Escucho el canto de los pajaritos
revoloteándose sobre los arboles cercanos
al momento que sus labios resecos
son atendidos por su lengua.
Percibo la brisa suave de la primavera
al mismo tiempo que su largo y pesado cabello negro
se desliza sobre su espalda.
Sus pasos amenizan el correr de las horas.
La belleza de su rostro es reafirmada por su espejo.
Y en el mundo hay segundos que no pasan
porque sentado en un café escribo para ti.